El fin del mundo ya pasó.
Charly García
Cuando me pidieron hacer una nota sobre el fin del mundo, lo
primero que vino a mi mente fue fuego y dolor (y fue cuando me di cuenta que
tenía la mano sobre la hornalla prendida). Después de curarme las quemaduras,
decidí dar rienda suelta a la complicada temática. Primero me extrañó que me
pidieran que escribiera sobre semejante tema. Volví a llamar al editor de esta
prestigiosa publicación y éste me contestó con un corte inmediato (calculo que
habrá pensado que le pediría un pago excesivo o una cobertura médica).
Sin saber hacia dónde apuntar mi reflexión apocalíptica,
emprendí un paseo a la plaza Racedo (con sus clásicos enamorados, amigos que
comparten el mate y perros que ladran a los fantasmas que pasan por ahí). Me
senté en un banco y comencé a filosofar. Primero pensé en lo que opinan las
religiones sobre el tema. Éstas nos cuentan sobre detalles y personajes con
mucho cuidado. O sea, nos cuentan todo lo que ocurrirá. Y eso me pareció muy
aburrido: nos cuentan el final de la película. Creo que por eso no me gusta
llevar fanáticos religiosos al cine; ya los imagino relatando el desenlace del
film a los gritos y acompañados por frases como: “¡Arrepiéntanse, el asesino es
el mayordomo! ¡Conviértanse, Bruce Willis en realidad esta muerto en Sexto
Sentido!”.
Después de reflexionar sobre la opinión de los credos,
decidí investigar las opiniones y teorías sobre el fin del mundo que tiene la
filosofía. Pero al final no encontré nada, a los filósofos les interesa hablar
del origen o de cómo funciona la realidad y entre giros y giros lingüísticos
todavía discuten si existe la realidad. Pero no leí a nadie que me hablara del
Armagedón. Entonces decidí hacer lo mejor que sé hacer: pensar pavadas.
Ahí fue cuando se me ocurrió una lista interesante de cosas:
1- Si
sumas la fecha del supuesto fin del mundo da como resultado el número once
(cuestión interesante para jugar a la quiniela, pero para qué, qué importa que
ganes la lotería si total viene la muerte universal)
2- Las
fiestas descontroladas que se realizarán, compitiendo con los grandes ágapes en
los lupanares de los romanos (busca en el diccionario ágapes, lupanares,
romanos y fiestas)
3- Ya
no habrá Tinelli y toda su sarta de programas reducidores de cabezas.
4- Nadie
llorará a nadie porque al morirnos todos juntos, nadie extrañará ni hará duelo,
que al final es lo más perverso de la muerte. Una muerte universal no nos
separará del ser amado (ahora la cuestión se puso tétrica).
5- No
quedará nadie para que revise nuestros legados y herencias, mejor, así ningún
pariente se peleará con el otro pariente.
6- Es
la oportunidad de hacer las cosas que uno siempre quiso hacer; por
ejemplo, insultar al pelotudo de mi
vecino que se pone a cantar en el patio los domingos a la mañana, robarle un
beso a una mina que vaya caminando desprevenida, o asaltar a los ricos para darle
a los pobres (la policía no será problema; van a estar muy ocupados con el
Apocalipsis)
Después de hacer introspección en varias cosas, me di cuenta
de algo que se me había pasado ¿Por qué no visitar a un profeta? Se me prendió
la lamparita, entrevistar a un adivinador o místico, pero el único que conocía
era a un curandero del barrio Alberdi. Él es poeta, filósofo, profeta, todo en
uno. Me levanté de mi reconfortante asiento y me dirigí al barrio Alberdi, como
peregrino sediento de un saber oculto. En el camino se me cruzaban varias
hipótesis sobre el fin del mundo, así que decidí hacer otra lista sobre las
diferentes posibilidades de cómo acabará la realidad tal cual la conocemos:
1- El
clásico meteorito que destruye nuestro planeta, hundiendo grandes ciudades como
New York, París y Sampacho.
2- Una
invasión a gran escala por parte de marcianos al viejo estilo de la Guerra de los Mundos de
H.G.Wells, pero sin Spielberg filmando.
3- Una
ataque masivo de zombies, como George Romero lo hubiera soñado, y en el cual
seguro vos, querido lector, serías el primero en ser devorado por las hordas de
muertos vivientes, como los cadáveres resucitados de Michael Jackson, Elvis, y
Mateyco.
4- Se
abren los cielos y Dios desciende furioso con los jinetes del Apocalipsis, y
ahí intentás recordar lo que aprendiste en catequesis a los nueve años.
5- Peor,
quien baja no es el dios cristiano, sino Alá, y se te hace frustrante ver a un
montón de musulmanes gozando de harenes de vírgenes en la Meca celestial, mientras te
toca lavarle el inodoro a Bin Laden toda la eternidad.
6- O
mucho peor, quien baja es Chuck Norris, y te arrepentís de haber criticado sus
películas.
Chuck descendiendo para juzgar vivo y muertos, en realidad los dejará a todos muertos. |
Dejé de reflexionar sobre los múltiples Ragnaroks cuando me
encontré a las puertas del profeta. Él ya me estaba esperando (es bueno como
profeta, adivina siempre) y antes de entrevistarlo empezó a contestar como si
ya supiera cuál era la pregunta (cosa que comenzó a ser un poco molesta).
“¿Qué opina sobre el fin del mundo?”, le pregunté mientras
miraba un cuadro de Buda bailando la Lambada. Él me contestó: “No hay de qué
preocuparse sobre el fin del mundo”. “¿Por qué, acaso Clarín cierra y se
suspende el fin del mundo?”, interrumpí
con asombro. “No, estúpido”, me contestó el profeta con una paz típica de
Claudio María Domínguez. “Nuestro mundo es fruto de un sueño, un sueño de la Deidad. Por eso el día que Dios
se despierte, ahí va ser el fin del mundo” dijo el profeta del Alberdi. Pero yo
repliqué: “¡No sólo será el fin del mundo, será el fin del universo!”. Pero él
me contestó: “No, a nosotros nos sueña un dios, en los otros mundos los soñarán
otros dioses, por ejemplo, Marte, el dios que lo soñaba ya se despertó”. Cuando
me dijo lo último atiné a hacer lo más sociablemente aceptable, llamé al
servicio de salud mental para que se lo llevaran. Porque es de sanos hacerse
preguntas, pero es de locos tener las respuestas.